En Carlos E. Restrepo quedaba la antigua sede del Museo de Arte Moderno. Entonces allí se reunían los amantes del arte a disfrutar y a compartir.

¿Cerveza? Claro que sí. Es la vida bohemia paisa en su estado más puro. Personas que comparten su conversación con generosidad, con música francesa de fondo. Hay varios cafés y restaurantes, una pizzería muy buena y una librería, Ex Libris.

Aquí la gente parece que no tiene la capacidad de ser infeliz. Siempre se escuchan risas auténticas que provienen de corazones bonitos y sensibles.

Hablemos de las casas: los balcones están llenos de pequeñas macetas que delatan las almas de habitantes dulces y detallistas. Cada casa se ilumina desde adentro y deja ver decoraciones bonitas, muy coherentes con la energía del lugar. Hamacas, guitarras y pinturas. Parece que todos los habitantes de Carlos E. se hubieran puesto de acuerdo para no malograr la atmósfera con decoraciones que hicieran perder magia al lugar.

Es un espacio para brindar, para debatir sobre la existencia humana y para disfrutar. Ya no está aquí el MAMM pero, aun así, los estudiantes de la Universidad Nacional -que queda cerca- van allí a distraerse y esto le sigue brindando al lugar un tinte cultural.

La invitación a los lectores es a acercarse al barrio con respeto, cuidar las plantas y los espacios comunes. No dejar basura en los jardines y acatar el horario impuesto por los agentes de vigilancia. Y agradecer el hecho de tener un pequeño trozo de desparpajo artístico para descansar de lo que todos llamamos "el mundo real".

Un corte comercial para desmitificar el miedo a ser. Y fluir libremente entre sonrisas de escritores, escultores, guitarristas y humo. Mucho humo.