Ciudad del Río
Es un oasis en medio del ritmo ajetreado de la ciudad. Hay árboles y bancas bonitas con flores para descansar, la gente pasea con perros y buena actitud. Haciendo contraste con los demás barrios de la Comuna 14 y su corre corre diario, en Ciudad del Río todo se detiene y hay espacio para la serenidad.
Medellín necesita Ciudad del Río. No solo como espacio de encuentro si no como metáfora de progreso y transformación. El barrio, antiguo cementerio de fábricas, una zona casi sin alma, hoy está reverdecido, lleno de restaurantes y oferta cultural nutrida para los habitantes de la capital paisa.
Allí los fines de semana se hacen picnics y en semana se celebran cumpleaños. Hay una academia de baile para niñas y se les puede ver caminando alegres con sus tutús. La ciudad sonríe, se sabe a salvo. Hay vigilancia constantemente y la arquitectura habla de un territorio que ha sabido observar propuestas urbanísticas extranjeras para pintar el paisaje de edificios con balcones llenos de plantas.
Hace años los jóvenes frecuentaban este lugar para enamorarse. Llevaban allí a sus conquistas y, entre árboles y flores, se juraban amor eterno. Se convirtió en un espacio para los románticos y los poetas, los músicos y demás artistas. Los novios caminaban de la mano ejerciendo su nueva aventura con la valentía propia de la juventud. Sin miedo. El jardín abrazaba esas promesas y era cómplice de la ternura compartida.
Hoy no es tan tradicional ir allí a enamorarse, más bien a compartir entre amigos, poner una sábana en el pasto y comer pastel, beber vino o picar papitas con doritos.
Por ejemplo: los patinadores. Ciudad del Río es también un escenario para el deporte: el "bowl" es una construcción pensada para el ejercicio del patinaje y se hacen competencias sanas constantemente. Los participantes se esfuerzan por dar un buen show, los asistentes aplauden. Y la generación natural de endorfinas saludables se vuelve la única ley.
Detrás del bowl hay un gimnasio al aire libre donde -en su mayoría, hombres - hacen su rutina de ejercicios. La salud es lo primero en esta parte del parque.
La oferta cultural va de la mano del MAMM (Museo de Arte Moderno) ubicado en la primera parte del parque. Un gran anfitrión arquitectónicamente novedoso y de agenda efervescente. Una vez al mes ofrecen cine al aire libre y realizan además actividades de expansión para la reflexión y el disfrute de la música.
Lo que antes fue una zona industrial que no tenía mucho que brindar a la ciudad, hoy es uno de los espacios preferidos de los habitantes. Medellín es una ciudad activa, en la que constantemente están pasando cosas. Aquí el tiempo va más lento y con la excusa de respirar aire fresco y compartir, hay lugar para una sobria felicidad.
Medellín necesita Ciudad del Río. No solo como espacio de encuentro si no como metáfora de progreso y transformación. El barrio, antiguo cementerio de fábricas, una zona casi sin alma, hoy está reverdecido, lleno de restaurantes y oferta cultural nutrida para los habitantes de la capital paisa.
Allí los fines de semana se hacen picnics y en semana se celebran cumpleaños. Hay una academia de baile para niñas y se les puede ver caminando alegres con sus tutús. La ciudad sonríe, se sabe a salvo. Hay vigilancia constantemente y la arquitectura habla de un territorio que ha sabido observar propuestas urbanísticas extranjeras para pintar el paisaje de edificios con balcones llenos de plantas.
Hace años los jóvenes frecuentaban este lugar para enamorarse. Llevaban allí a sus conquistas y, entre árboles y flores, se juraban amor eterno. Se convirtió en un espacio para los románticos y los poetas, los músicos y demás artistas. Los novios caminaban de la mano ejerciendo su nueva aventura con la valentía propia de la juventud. Sin miedo. El jardín abrazaba esas promesas y era cómplice de la ternura compartida.
Hoy no es tan tradicional ir allí a enamorarse, más bien a compartir entre amigos, poner una sábana en el pasto y comer pastel, beber vino o picar papitas con doritos.
Por ejemplo: los patinadores. Ciudad del Río es también un escenario para el deporte: el "bowl" es una construcción pensada para el ejercicio del patinaje y se hacen competencias sanas constantemente. Los participantes se esfuerzan por dar un buen show, los asistentes aplauden. Y la generación natural de endorfinas saludables se vuelve la única ley.
Detrás del bowl hay un gimnasio al aire libre donde -en su mayoría, hombres - hacen su rutina de ejercicios. La salud es lo primero en esta parte del parque.
La oferta cultural va de la mano del MAMM (Museo de Arte Moderno) ubicado en la primera parte del parque. Un gran anfitrión arquitectónicamente novedoso y de agenda efervescente. Una vez al mes ofrecen cine al aire libre y realizan además actividades de expansión para la reflexión y el disfrute de la música.
Lo que antes fue una zona industrial que no tenía mucho que brindar a la ciudad, hoy es uno de los espacios preferidos de los habitantes. Medellín es una ciudad activa, en la que constantemente están pasando cosas. Aquí el tiempo va más lento y con la excusa de respirar aire fresco y compartir, hay lugar para una sobria felicidad.
Salomé Arango


