Biblioteca Centro Occidental

María del Socorro Mosquera Londoño
Vecina Biblioteca Pública Comfenalco Centro Occidental


A veces una brisa fresca, a veces un potente huracán. Socorro es fuerte, claro, nadie lo duda, pero tierna en su mirada y en su abrazo de mamá que siempre protege y acuna. Su vestuario es una invitación a la alegría, así como su carcajada; la calidez de su saludo, una demostración de que la luz personal es la que pone el primer foco para iluminar el barrio, la ciudad, el mundo.
Conversamos con ella en la Biblioteca Centro Occidental, porque siente que allí pertenece, que ha sido hogar y refugio, sobre todo, en los momentos más difíciles; un lugar que denomina “importantísimo”. Todos la conocen, la saludan y Socorro se mueve con confianza en ese espacio que le recuerda a su padre y el amor que profesaba por los libros y por escribir (y que ella heredó). Por eso, que los niños y los jóvenes estén en la lectura, es vital para esta lideresa y juglar, como la denominan.
En 1980 llegó a la Comuna 13 desplazada de la Comuna 5, un hecho que todavía la llena de nostalgia, porque “para mí un desplazamiento es una parte de una muerte”. Sin embargo, nada la ha desanimado en su entrega por la comunidad y en la pasión por el trabajo social; es parte de su ser. “Mi apá me engendró con esas bases. Cuando nací, mi apá le dijo a mi amá, vas a tener una niña, y se va a llamar como mi mamá: María del Socorro. Mi apá me dijo: vas a hacer mucho, ya está ensamblado y conectado con tu nombre. Y mucha gente me dice, ese Socorro es porque auxilia a la gente. Y mi espíritu es de ayudar”.
Conversamos con ella en la Biblioteca Centro Occidental, porque siente que allí pertenece, que ha sido hogar y refugio, sobre todo, en los momentos más difíciles; un lugar que denomina “importantísimo”. Todos la conocen, la saludan y Socorro se mueve con confianza en ese espacio que le recuerda a su padre y el amor que profesaba por los libros y por escribir (y que ella heredó). Por eso, que los niños y los jóvenes estén en la lectura, es vital para esta lideresa y juglar, como la denominan.
En 1980 llegó a la Comuna 13 desplazada de la Comuna 5, un hecho que todavía la llena de nostalgia, porque “para mí un desplazamiento es una parte de una muerte”. Sin embargo, nada la ha desanimado en su entrega por la comunidad y en la pasión por el trabajo social; es parte de su ser. “Mi apá me engendró con esas bases. Cuando nací, mi apá le dijo a mi amá, vas a tener una niña, y se va a llamar como mi mamá: María del Socorro. Mi apá me dijo: vas a hacer mucho, ya está ensamblado y conectado con tu nombre. Y mucha gente me dice, ese Socorro es porque auxilia a la gente. Y mi espíritu es de ayudar”.
Entonces, ella organiza comitivas ―“Yo hago verbena donde llegue”, agrega y en un abrir y cerrar de ojos reúne lo necesario para preparar un sancocho―, consigue mercados o lo que las personas necesiten para mejorar sus condiciones de vida: si ella no tiene, busca quién, mueve contactos; inclusive, organiza actividades para los niños y los jóvenes, los ha motivado a conversar sobre sus temores y a cuidar su cuerpo y mente, también desde la fundación que apoya, el Consultorio de Jula, que brinda atención psicológica con enfoque clínico y de género en el territorio.
―¿Por qué haces esto, Socorro?
―Porque también tuve hambre, también viví en escasez. Y mi mamá siempre hablaba de compartir, así sea una arepita, hay que compartir. Y a mí me encanta hacerlo.
Como vecina de la Biblioteca Centro Occidental, le gustaría contar en nuestro portal y redes sociales cómo se divierte la comunidad, cómo juegan los niños y los adultos que se olvidan de serlo para sentir de nuevo las emociones de la infancia; de las mujeres del barrio, de su empoderamiento como lideresas, de cómo han roto ataduras para liberarse y vivir con más alegría. Quiere hablar del barrio pues, para ella, es su tercer hogar: el primero, sus hermanos; el segundo, sus hijos, y el tercero, la comunidad.
En 1996 se preparó como escucha comunitaria y fue algo que cambió su percepción, porque antes, asegura, solo “oía”. Socorro cree en comunicarse, inclusive con la mirada, y en el poder de la palabra, en buscar soluciones, en la armonía. “La palabra tiene poder y tenemos que estar muy pendientes de ella, porque a veces construimos o destruimos. No crean que desde que nací fui perfecta en el diálogo, no, discutía por todo, pero he estado en un proceso desde que nació mi primer nieto”.
Afirma que la transformación empieza en cada uno, en preguntarse primero “cómo transformo mi ser”. Y mientras lo declara Socorro vuelve a ser brisa y huracán a la vez.
―¿Por qué haces esto, Socorro?
―Porque también tuve hambre, también viví en escasez. Y mi mamá siempre hablaba de compartir, así sea una arepita, hay que compartir. Y a mí me encanta hacerlo.
Como vecina de la Biblioteca Centro Occidental, le gustaría contar en nuestro portal y redes sociales cómo se divierte la comunidad, cómo juegan los niños y los adultos que se olvidan de serlo para sentir de nuevo las emociones de la infancia; de las mujeres del barrio, de su empoderamiento como lideresas, de cómo han roto ataduras para liberarse y vivir con más alegría. Quiere hablar del barrio pues, para ella, es su tercer hogar: el primero, sus hermanos; el segundo, sus hijos, y el tercero, la comunidad.
En 1996 se preparó como escucha comunitaria y fue algo que cambió su percepción, porque antes, asegura, solo “oía”. Socorro cree en comunicarse, inclusive con la mirada, y en el poder de la palabra, en buscar soluciones, en la armonía. “La palabra tiene poder y tenemos que estar muy pendientes de ella, porque a veces construimos o destruimos. No crean que desde que nací fui perfecta en el diálogo, no, discutía por todo, pero he estado en un proceso desde que nació mi primer nieto”.
Afirma que la transformación empieza en cada uno, en preguntarse primero “cómo transformo mi ser”. Y mientras lo declara Socorro vuelve a ser brisa y huracán a la vez.
