Oficios del Centro de Medellín: Enamorado del oficio de lector

Los oficios del Centro Serie Personajes inolvidables

En Infolocal nos fuimos de caminata por el Centro para descubrir esos personajes y oficios que le dan vida. A veces, vamos tan afanados que pasan desapercibidos, pero son ellos quienes hacen palpitar las calles y aceras más conocidas y transitadas de Medellín.

Wilmar Pulgarín:
Enamorado del oficio de lector

Un poco antes de las diez de la mañana cuando Wilmar termina de organizar sus libros en un pedacito de acera de la avenida La Playa, él ya lleva encima un madrugón que le permitió dedicarse a la lectura por varias horas, previo a ir a trabajar, porque “para vender libros hay que saber de literatura”.
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Un libro de Fernando González, Los negroides, que leyó recién terminó el bachillerato, y los acercamientos a los informes de lectura con los que ayudaba a su hermana, lo fueron enrutando por el camino de los lectores curiosos que van a las bibliotecas, que entran a clubes culturales y que participan en tertulias. Así, se fue enamorando del oficio de lector, después, cuenta, sintió “la goma” de escribir en un periódico de la Autónoma, su universidad, llamado Sirirí, lo que se piensa se escribe, y ahora, es un librero que suma ya treinta años de amores con las historias.

Ha pasado por varios sitios de la ciudad y hace tres años en La Playa vende sus libros leídos a otros libreros, pensionados, estudiantes y caminantes que detienen su marcha llamados por alguna portada o por las sugerencias que Wilmar hace, porque, como expresa, “soy librero, no un 'vende libros'. Es diferente, porque el librero es el puente entre el que escribe y el que lee, es un asesor, un guía. Yo tengo una formación. Soy promotor e impulsador cultural de la lectura”.

Comparte su espacio con don Miguel, que hace 37 años se dedica al reciclaje, del que surgen muchas joyas literarias que provienen de edificios vecinos; allí las desechan o se las venden a bajo costo, y Wilmar las negocia de primera mano con ese compañero al que él llama “ambientalista”.

Atiende su negocio de lunes a sábado, de diez de la mañana a seis de la tarde. “Siempre estoy eligiendo libros que sean de carácter clásico, que perduren en el tiempo y en el espacio. Sin desconocer que nacen y llegan nuevas figuras a la selva literaria. También, me gusta promover la literatura colombiana”.

Mientras conversa, muestra libros muy antiguos, con fechas de impresión que datan de uno o dos siglos atrás, muy bien conservados, y narra en detalle de qué tratan o acerca de los estilos de los autores y habla de los pensadores que se preguntan como él por qué ciertos países no avanzan, por qué se insiste en que lo foráneo es mejor que lo propio, qué pasa con la identidad y los valores. En fin, siempre tiene una reflexión dándole vueltas en la cabeza.

Junto con sus libros, estaciona un carrito que dice LEA que antes era de salchichas y que él recuperó y adecuó con letras de colores también recicladas, para almacenar sus materiales. Pronto, lo cambiará por una bicicleta que está ajustando para que cumpla con esa función. “Todo tiene su historia. Cada cosa tiene su historia”, afirma.

Con los libros, asegura, se pagó su carrera y su especialización orientadas a la cultura política; hoy son su sustento. “No me avergüenza rebuscar mi vida en la calle. Mi amor son los libros, estoy para ellos, parafraseando a Pessoa. Mi ser es libros”.

Esta serie,
finaliza aquí

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