Oficios del Centro de Medellín: artesanos

Los oficios del Centro Serie Personajes inolvidables

En Infolocal nos fuimos de caminata por el Centro para descubrir esos personajes y oficios que le dan vida. A veces, vamos tan afanados que pasan desapercibidos, pero son ellos quienes hacen palpitar las calles y aceras más conocidas y transitadas de Medellín.

Jaime Alberto Ríos:
el arte de moldear el cuero

Una salsita en su radio para amenizar la mañana que despierta un poco perezosa, con bruma, con los sonidos de la avenida elevándose de forma paulatina. Hay pitos y motores pero, en el puesto de Jaime, sigue ganando la voz de Rubén Blades.
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Martilla para abrir unos orificios en el cuero, necesita moldearlo para convertir esa pieza en un bolso que se sumará a los que tiene exhibidos en una pequeña casita que es su almacén por la que pasan turistas y propios buscando un objeto artesanal, colorido y apropiado para llevar como souvenir.

Fue tipógrafo, manejó taxi y después de una temporada buscando suerte en Manizales, regresó a Medellín y compró unos chicles para probar suerte como vendedor ambulante. Por esos días, recordó que su mamá cosía colchas con retazos de tela y empezó a reflexionar sobre esa idea. El cuero vino a su mente, se compró un par de kilos, aprendió el oficio e inició un trayecto que ya cumple unos quince años.

 

Le gusta, como él explica, jugar una especie de “tetris” para acomodar las formas del cuero de manera creativa y única, para que los diseños sean diferentes. Algunos de sus bolsos terminan en sitios turísticos de Antioquia, como la Piedra del Peñol. Corta, pega, perfora, cose, todo, fruto de la destreza de sus manos. “Es mucho trabajo, toca hacerle terapia a las manos para que resistan esta labor que es tan bonita”.

Un descanso para un tintico y para explicar que le gusta trabajar, sobre todo, en la mañana: llega tipo 7:30 y extiende su jornada hasta las 2:30 p. m., para dedicarse luego a preparar su almuerzo, organizar su casa y cortar “pedacitos” para llevarlos al día siguiente y perforarlos en su puesto.

“La calle te da y a veces no”, dice este artesano sobre su labor en la acera de La Playa, un poco más arriba de los libros de Wilmar. En la calle, insiste, “uno debe adaptarse a todo, a la lluvia, al sol”. A él, que llegó hasta bachillerato pero que impulsó a sus hijos a ser profesionales, solo lo protege una colorida sombrilla.

Hay momentos en los que se queda tres o cuatro días sin vender ningún bolso, pero “a diario doy gracias a Dios, no reniego porque pienso: mañana será otro día. Es que para uno vender a veces lo único que necesita es una hora, llega un solo cliente y se lleva varios. Ganando nadie se quiebra, como se dice, porque uno empieza a negociar en el regateo, para no perderle a la venta. Con cinco mil pesos de más, por ejemplo, compro arroz y huevos, y con eso almuerzo y como”.

Esta serie… ¡Continuará!

No te pierdas las otras historias que te iremos contando, porque en Infolocal seguiremos con nuestras expediciones.

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